Personaje imprescindible para la
creación de Caballero fue su fundador
y primer director James R. Fotson, quien desde inicios de la década de los
sesenta dirigió revistas de contenido erótico-cultural, cabe destacar que en
sus contenidos consideró el concepto de la pareja en conjunto y no de manera
aislada, como lo acostumbran publicaciones dirigidas a un género en específico;
a continuación reproducimos el currículo parcial proporcionado por él mismo:

Es importante señalar que James R.
Fortson no sólo sufrió agrestes críticas por su trabajo editorial en revistas
de contenidos eróticos-culturales, sino que años después en la década de la
noventa, una vez más, fue víctima de la censura oficial, reproducimos la
segunda carta que este comunicador dirigió, en su momento, a la revista Proceso:
En 1992, justo después de haber recibido un Premio Nacional de Periodismo, específicamente por mi labor en Canal Once, Alejandra Lajous Vargas, su entonces directora, me despidió, sin más, de un trabajo de diecisiete años de antigüedad. Motivo: Mi edad (52 años).
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Señor Director:
Una vez más recurro a Proceso rogando la publicación de esta carta que denuncia una muy grave violación periodística y, esencialmente, ética, social y judicial.
Víctima –una vez más, luego de las revistas "Caballero", "Él" y "Eros"- de la censura oficial, he interpuesto ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con fecha 24 de abril de 2007, una denuncia por daño moral, económico, social y una gran diversidad de graves violaciones colaterales en contra de la Secretaría de Educación Pública, del Instituto Politécnico Nacional, del Canal Once de Televisión y de la ciudadana Alejandra Lajous Vargas.
Víctima –una vez más, luego de las revistas "Caballero", "Él" y "Eros"- de la censura oficial, he interpuesto ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con fecha 24 de abril de 2007, una denuncia por daño moral, económico, social y una gran diversidad de graves violaciones colaterales en contra de la Secretaría de Educación Pública, del Instituto Politécnico Nacional, del Canal Once de Televisión y de la ciudadana Alejandra Lajous Vargas.
En 1992, justo después de haber recibido un Premio Nacional de Periodismo, específicamente por mi labor en Canal Once, Alejandra Lajous Vargas, su entonces directora, me despidió, sin más, de un trabajo de diecisiete años de antigüedad. Motivo: Mi edad (52 años).
En cuanto a las verdaderas causas del hecho; es decir, un presunto cargo o acusación que jamás ha llegado a mí, hasta el día de hoy. Fue una insultante, cobarde y sórdida falacia, sumada luego a una campaña de difamación lo que me administró la muerte civil y la demolición de la fama pública. Yo creo que fue una conspiración fraguada por un miembro de mi equipo de trabajo, mancomunadamente con los Directores de Producción y Finanzas de la propia Institución. ¡Un asesinato virtual que provocó en mi vida profesional, económica y social una quiebra y un desprestigio total! La consecuencia grave, en la realidad real, fue que yo quedé fuera de todo proyecto o cargo remunerado que involucrara mis conocimientos y la amplia experiencia adquirida en un oficio ejercido durante más de treinta y cinco años... durante los cuales fui privilegiado –siempre por mis pares: los periodistas y los editores- con cinco Premios Nacionales y diversos reconocimientos gremiales.
Reconozco mi deber ético el de denunciar que sufrí amenazas a mi vida física, expresadas frente a mí y a varios testigos presenciales, por el periodista Agustín Granados, a la sazón a cargo de la fuente de policía del noticiero 24 Horas, quien dijo haber recibido de mi principal ex colaborador la petición personal, expresa y concreta de mandarme matar... Los actores –sin excepción- se reconocerán a sí mismos frente al espejo de su propia conciencia, al tiempo que sufrirán, en su conciencia, la persecución del remordimiento y la vergüenza vitalicias...No menciono sus nombres, por sutileza y porque todos aquellos quienes deben conocerlos... ¡lo saben de sobra, habiendo sido los victimarios!
A Lajous le reprocho públicamente su falta de responsabilidad al no haber investigado los hechos, tomando cualquier palabra como veraz, aun a sabiendas de que buena parte de su propio personal estaba involucrado hasta el mero fondo del barranco, sin consignar a nadie ni tomar acción alguna contra uno solo de los incontables presuntos cómplices internos; sus subalternos. También su falta de honor, integridad y valor civil al no decirme, cara a cara, en un lenguaje claro y certero, lo que ella se creyó que había sucedido...sin atreverse a hablarme de frente... como era una responsabilidad esencial y connatural a su cargo público y su representación oficial. Fue, de suyo, un abuso de autoridad.
Entre tanto, ¡yo me declaro, frente al público que durante tanto tiempo me siguió, creyendo en mí, inocente...de aún no sé qué delito!
Víctima de las circunstancias, reclamo una satisfacción pública, la restauración de mi dignidad humana, mi honor y mi buena fama, así como la reparación, conforme a la CNDH, de los daños causados.
Reconozco mi deber ético el de denunciar que sufrí amenazas a mi vida física, expresadas frente a mí y a varios testigos presenciales, por el periodista Agustín Granados, a la sazón a cargo de la fuente de policía del noticiero 24 Horas, quien dijo haber recibido de mi principal ex colaborador la petición personal, expresa y concreta de mandarme matar... Los actores –sin excepción- se reconocerán a sí mismos frente al espejo de su propia conciencia, al tiempo que sufrirán, en su conciencia, la persecución del remordimiento y la vergüenza vitalicias...No menciono sus nombres, por sutileza y porque todos aquellos quienes deben conocerlos... ¡lo saben de sobra, habiendo sido los victimarios!
A Lajous le reprocho públicamente su falta de responsabilidad al no haber investigado los hechos, tomando cualquier palabra como veraz, aun a sabiendas de que buena parte de su propio personal estaba involucrado hasta el mero fondo del barranco, sin consignar a nadie ni tomar acción alguna contra uno solo de los incontables presuntos cómplices internos; sus subalternos. También su falta de honor, integridad y valor civil al no decirme, cara a cara, en un lenguaje claro y certero, lo que ella se creyó que había sucedido...sin atreverse a hablarme de frente... como era una responsabilidad esencial y connatural a su cargo público y su representación oficial. Fue, de suyo, un abuso de autoridad.
Entre tanto, ¡yo me declaro, frente al público que durante tanto tiempo me siguió, creyendo en mí, inocente...de aún no sé qué delito!
Víctima de las circunstancias, reclamo una satisfacción pública, la restauración de mi dignidad humana, mi honor y mi buena fama, así como la reparación, conforme a la CNDH, de los daños causados.
Como se puede apreciar el amplio bagaje
cultural de James, antes descrito y confirmado por su labor profesional, fue fundamental en la edición de Caballero; la sección entrevista es un reflejo
del interés de Caballero de difundir
opiniones de intelectuales extranjeros a continuación reproducimos la entrevista
de realizada al escritor Günter Grass, en enero de 1966:
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Lamentable saber que por intereses egoístas afectan la vida, honra y economía de una persona que se ha esforzado y trabajado tanto como tu. Desde el primer día que te leí en Citla ganaste mi admiración aún si saber nada de tí, ahora solo puedo decirte que se confirma y engrandece mi admiración y respeto.
ResponderEliminarAunque no soy caballero seguiré leyendo :)
A seguir este blog, sin duda
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