La década de los sesenta fue testigo de una revolución
sexual que desafió los códigos tradicionales de moralidad, la concepción del
cuerpo y el ejercicio de la sexualidad en general. Tendencia que inicio en la década de los cincuenta halló
su máxima expresión en las siguientes décadas (60´s y 70´s), si bien amplios
sectores conservadores combatieron estas nuevas manifestaciones considerándolas
aberrantes, inmorales y degradantes, la marcha atrás fue inevitable.
Muchos fueron las formas y métodos a los que
recurrieron estos sectores para contrarrestar el avance de dichas
manifestaciones y al parecer la industria editorial no fue ajena a dichas
prácticas, en el presente artículo Gustavo Sainz denuncia la censura editorial
de libros polémicos, siendo el motivo para disertar sobre la pornografía y su
censura, nuestro autor menciona y cuestiona las leyes parciales sobre las que
descansan todas las actividades censurables concluyendo contundentemente: ¿Por qué no obligan a los censores a indicar el
pestilente indicio de su presencia?
A continuación la filípica:
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